En 1986, José Francisco Couceiro llegó al Centro de Investigación Agroambiental «El Chaparrillo» con un encargo sui géneris: buscar alternativas a los cultivos tradicionales de Castilla-La Mancha. En un año, se convenció de que la clave era el pistacho; en diez, consiguió dominar su cultivo; en 35, es una leyenda. Hoy, el pistacho de Couceiro ha conquistado España: «Las hectáreas se han multiplicado casi por 16 en la última década» y ahora «uno de cada 700 kilómetros cuadrados ya está cubierto por pistacheros».
Pero lo que mucha gente no sabes es que no es la primera vez que el pistacho conquista el país. Indagar por qué desapareció completamente de los suelos peninsulares puede ser clave para el futuro de uno de los cultivos más prometedores del momento.
Según cuenta la tradición (y las crónicas más antiguas), el pistacho fue incorporado a la gastronomía del Imperio Romano por la época de Tiberio, cuando Lucio Vitelio (padre del futuro emperador Aulo Vitelio) empezó a exportarlo desde Siria. Poco después, el cultivo del pistachero se introdujo en Italia; especialmente en Sicilia y algunas partes del sur (donde, con el tiempo, se han desarrollado sus propias variedades: napolitana, bronte o trabunella).
Xataka